lunes, 30 de marzo de 2009

Aborto

El objetivo de este artículo es tratar del aborto de forma calmada, intentando justificar una opción ética en principio difícilmente aceptable. Para ello, vamos a partir de las dos posiciones que sostienen los que debaten el asunto: no se trata del tosco y maniqueo “aborto sí - aborto no” que ignora que nadie en su sano juicio puede adoptar una de las dos opciones de forma absoluta. Se trata del dualismo “la mujer tiene algo que decir sobre su embarazo – la mujer no tiene nada que decir sobre su embarazo”. Los lectores coincidirán conmigo en que esto abarca todo el espectro de posturas posibles. Dejémoslo aquí por el momento.

Toda norma –jurídica o moral- regula una conducta bajo tres modalidades: prohibir, permitir u obligar. Es obvio que nadie sostiene la primera con respecto al embarazo, pero, con respecto a las otras dos, se plantea la siguiente pregunta, siempre en el plano de la moral: ¿la madre tiene permitido quedarse embarazada o, por el contrario, es una obligación suya? O, dicho de otra manera, ¿el embarazo es un derecho o un deber? De nuevo, sostengo que esta dualidad abarca todas las posturas posibles acerca del tema.

Así pues, hemos llegado ya a dos dualidades: “algo que decir - nada que decir” y “derecho al embarazo - deber de quedarse embarazada”. ¿Pueden ligarse de alguna manera? Parece claro que sí: es obvio que una persona que sostenga que una mujer tiene el deber moral de quedarse embarazada también afirmará que no tiene nada que decir sobre su embarazo y, por lo mismo, sobre su hipotético aborto. Son estos los que defienden la postura de negativa total al aborto que ayer se manifestó por el centro de Madrid.

Nos quedan por analizar otras tres posturas. La posición “derecho al embarazo --> algo que decir ” no ofrece problemas, y la que sostiene “deber de quedarse embarazada --> algo que decir” es prácticamente indefendible. Ahora bien, ¿es posible apoyar que la mujer tiene derecho al embarazo pero, por el contrario, no tiene nada que decir sobre éste una vez se ha producido? Debemos sostener que no: una persona que considera que el embarazo es una decisión meritoria debería apoyar el aborto al menos en los casos en que el ejercicio de ese derecho le suponga a la gestante un coste desproporcionado (muerte o graves daños a la madre) o que se revele como infructuoso (muerte del feto); igualmente debería hacerlo en el supuesto de que el embarazo no haya sido fruto de la voluntad de la madre, sino que haya venido impuesto (violación), aunque en ese caso existe la posibilidad de la adopción y podría justificarse un rechazo al aborto.

Así pues, tenemos que el rechazo total al aborto sólo puede sostenerse desde la postura de que el embarazo es un deber de la madre. Pasando al plano de lo jurídico, hay que preguntarse si eso es así. Radicalmente NO: por muchas obligaciones morales que puedan imponérsele a una mujer, jurídicamente nunca tendrá el deber de quedarse embarazada. Es tan contrario a los principios que inspiran nuestra Constitución que intentar compatibilizarlo es imposible.

Por ello, y como conclusión: nuestra Constitución y los valores liberales que la inspiran no permiten más que una posición ante el aborto, y es su regulación al menos en algunos supuestos, que serán más o menos amplios según el Gobierno que redacte la ley. El “no al aborto, en ningún caso” no es admisible en el Derecho español.

lunes, 2 de marzo de 2009

Un mundo sin dolor, sin amor, ni imaginación


La esperanza vana del comercio vacuo. Todo se ha convertido en un sucio remolino de pasiones enredadas. Ya nadie sabe quién es ni qué quiere, ni se lo plantea incluso. Para qué, si la sociedad te lo ofrece todo masticado, a modo de papilla ingerida y luego devuelta al exterior. El mundo es feliz y tan solo le interesa demostrar lo mucho que se divierte. Luces de neón de todos los colores alumbran las calles. Hay muchos viandantes fuera, negociando con las mujeres semidesnudas de las esquinas o regateando el precio de la fruta en las aceras. Todo se regatea, todo se compravende. Un día se apagará el Sol y ellos adquirirán uno nuevo por apenas unos millones de euros.

Las terrazas de los chiringuitos de encuentran atestadas de familias sonrientes, de esas con dos hijos y un perro. Recuerdan su nuevo coche con asientos tapizados y mando a distancia para el equipo de sonido y su sonrisa se hace aun más amplia. En la playa, los niños hacen castillos de arena. Luego las olas vendrán a destruírlos, pero ellos ya no estarán allí para verlo. Todo es fugaz, nada existe en el tiempo. Semana tras semana un nuevo superéxito musical es lanzado al mercado. Llenan los pabellones en sus conciertos con índices de asistencia históricos, y enseguida se retiran a las tinieblas para dar paso a la siguiente estrella. En un mes, nadie se acordará de sus nombres.


Y allí está ella. Semidesnuda como cualquier otra, pero con el deseo de triunfar para siempre. Qué disparate. La pobre ilusa no quiere follarse a un productor de televisión privada para entregar los premios en un concurso de azar. No quiere colarse en la última megaproducción de cine porno a base de "tener contactos". Ella quiere hacer arte. Está cansada de escuchar algo que no es música y de contemplar garabatos que distan de ser pintura. Harta de no encontrar un buen libro que leer. Ella quiere hacer belleza.



~Nunca perseguí la gloria, siempre, en cambio, la memoria.