martes, 23 de junio de 2009

Te recuerdo Víctor

16 de septiembre de 1973, Estadio Chile. Cientos de personas –muchos de ellos alumnos o profesores de la Universidad Técnica del Estado- están presas después de un sangriento golpe militar. El oficial Edwin Dimter, El príncipe, se acerca a uno de ellos y descarga 44 balas sobre uno de ellos. Es Víctor Jara.

O eso es lo que se ha creído hasta ahora. 35 años después de los sucesos acontecidos en el Estadio Chile se ha descubierto que los que realmente dispararon a Jara eran dos soldados rasos -José Adolfo Paredes Márquez y Francisco Quiroz Quiroz- a los que un suboficial desconocido ordenó el asesinato después de pegarle él mismo un tiro a Jara jugando a la ruleta rusa. No eran soldados profesionales: Paredes en concreto era estudiante de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes, institución pública en la que se realizaba el servicio militar, y luego se ha ganado la vida como obrero de la construcción.

Podemos decir que se ha hecho justicia y quedarnos tan tranquilos. Pero no es tan fácil. Lo cierto es que estamos ante dos mandados, dos personas que en el golpe de estado que daba acceso a una dictadura militar tuvieron que obedecer órdenes so pena de consecuencias previsiblemente graves. Luego ocultaron el hecho durante años: ¿quién sacaría a la luz que fue el asesino de uno de los héroes nacionales de su país? Por lo demás esta es la posición de la familia y la representación procesal de Jara, que incluso espera que Paredes no reciba sentencia. Ahora a por quien hay que ir, afirman, es a por el suboficial desconocido y a por todos los que dieron las órdenes.

Con suerte lo conseguirán.

martes, 9 de junio de 2009

Conoce tus derechos

Número 1: Tienes derecho a no ser matado. El asesinato es un crimen, excepto si es cometido por la policía o la gente con dinero.

La calle, tan vacía como siempre. Avanzas cabizbajo, no sabes lo que quieres. Tú, que siempre habías creído saberlo. Ahora te refujias en pantalones tobilleros y piedras en los bolsillos. Nada queda, nada queda de todo lo que fuiste, de todo lo que eras. No voy a preguntar qué fue de eso. No quiero una explicación. Simplemente sonríe. No. Sonríe. No. Oh, mierda, sonríe, sonríe como cuando hablabas de esas piedras no en las manos, sino en el aire. Cuando creías que esas piedras podían cambiar algo. Cuando tus piedras tenían forma de palabras y de ideas estructuradas, que iban escapando una a una fuera de ti en forma de entrañas escupidas a la cara del contrario. Cuando en realidad no había contrario. Cayó ella, cayeron todos, uno por uno, en un mudo grito de angustia que fue apagado por los golpes de las culatas. Cayeron tus puños en alto. Se cayó, se calló tu alma.

Número 2: Tienes derecho al dinero de los alimentos que produces. Por supuesto, no importa un poco de investigación, humillación. Si se te ocurre decir algo, rehabilitación.

Te esperan al final del túnel, eso dicen, al menos. ¿Vas a reunirte con ellos? ¿En serio crees que merece la pena? Ya lo hiciste, no hay marcha atrás. Ojo por ojo, diente por diente... y que el mar se trague los restos. Ya sabías lo que iba a pasar, era imposible que todo acabara de otra forma. Ellos lo hicieron, te jodieron la vida, os la jodieron a todos. Después de eso, tenías dos opciones. Elegiste no tragar más, no aguantar más mierda. Y hay quien diría que tú te lo has buscado, pero yo sigo pensando que hiciste lo que debías. Ya has aguantado bastante, ya has lamido los suficientes culos. No tenías más remedio. Te lo quitaron todo.

Número 3: Tienes derecho al libre discurso, mientras seas lo bastante mudo como para no expresarlo.

Te lo creíste, te lo creíste todo. Las promesas nunca han sido más que eso, promesas, y más en este contexto. Ahora quiero ver ahí, en esos ojos azules, una mirada de orgullo. Dirigida a ti mismo. Muerte o gloria. Grita más que nunca, más que nunca. Y nunca olvides, ésa es la única forma efectiva de dejarse morir.


¿Tus otros derechos? ¿Éstos no son bastantes?
Tienes derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que digas podrá ser usada en tu contra.

miércoles, 3 de junio de 2009

"La violación, ¿fuera del Código Penal?"

Esta pregunta es la que se hace uno de los articulistas de Alfa y Omega, la revista de la Conferencia Episcopal Española. Evidentemente no está pidiendo que se despenalice este delito, pero la cuestión es que, después de decir que no va a frivolizar con el tema, ataca con su argumento principal: lo único que justifica que la violación esté tipificada es esa rancia concepción católica de honestidad, pudor, matrimonio y procreación. En otras palabras: si el sexo es mero entretenimiento, obligar a una persona a mantener relaciones sexuales es tan impune como obligarle a ver una película. O, en sus palabras, “Cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal”

El argumento es rechazable desde muchos puntos de vista. El primero es precisamente que los delitos contra la libertad sexual son precisamente contra ésta, contra la libertad sexual, y no contra la honestidad. Sostener lo contrario nos lleva a permitir las violaciones de personas deshonestas (prostitutas) o en contextos en que no hay atentado a la honestidad (dentro del matrimonio) como pasaba en el Código Penal franquista.

También podemos atacar por las premisas: obligar a una persona a realizar un entretenimiento que no quiere realizar no es delito, dice. Mentira: si para ello se la encierra estamos ante unas detenciones ilegales; si se la intimida o se usa la violencia contra ella, ante unas amenazas o coacciones. Por mucho que el resultado sea lícito (ver una película) los medios no lo son (usar la fuerza), porque atacan a la libertad de la persona de decidir si quiere realizar ese entretenimiento. Igual pasa en el caso del sexo: obligar a una persona a mantener relaciones sexuales es delito por el atentado a su libertad que supone. Igualmente es más grave que unas meras coacciones por atentar, además, contra su intimidad.

En el centro de nuestro sistema penal está la libertad. A ver si lo van aprendiendo.