jueves, 11 de diciembre de 2008

Quién sabrá dónde te escondes

Te levantas a las 7 en punto, cuando las voces de señores que discuten sobre temas intranscendentales inundan tu cuarto. Pareciera que, en el universo de la radio, nunca fuera temprano. A veces, días trasnochados o noches trasvividas, has probado a encender el aparato a horas insospechadas, para comprobar que ahí siguen ellos, personajes serios que hablan de nimiedades con el tono profundo que da la autosuficiencia moral. Te incorporas en la cama. Al lado, alguien duerme. Ni te molestas en mirarlo. Rutina.

El agua caliente te quema la piel. Sales de la ducha y, todavía en proceso de despertar, atinas a encajar las distintas partes de tu cuerpo en los maltejidos agujeros de las prendas de vestir. Te dirijes a la cocina. Por el camino, te cruzas con las estanterías repletas de portarretranos, vacíos algunos de contenido, otros simplemente de significado. En algunas lejas destacan las figuritas que coleccionaste durante un tiempo, muñecos de porcelana de las más diversas formas. El resto, vacías. Alguna revista, jarrones con flores, sí, pero poca cosa más.

Libros. ¿Dónde están los libros? Antes los tenías, por decenas, por cientos, por miles, encima de las mesas, sujetando puertas, tirados por los rincones, formando pilas en el suelo, debajo de la cama, metidos en los cajones. Allá donde miraras, había un libro, ¿recuerdas? Llegaste a sujetar tablones con ladrillos a modo de armatoste para poder amontonarlos encima. Soñabas con que llegara la noche para poder irte a la cama con uno de ellos. Ahora, ¿qué ha sido de eso?

El olor que desprende la cafetera te quita cualquier otro pensamiento de la cabeza. Es suíza, comprada por encargo. Dicen que produce los sabores más exquisitos. Tú, la verdad, nunca te has parado a pensarlo. Apuras los últimos sorbos, tecleas unos números en el panel de la alarma central, coges las llaves del coche, y sales de casa. Deslizas los dedos por el volante de cuero. La autopista está hoy más colapsada que de costumbre, para cuando llegas al centor ya se han hecho las 10. Al fin y al cabo, da igual, nadie va a decirte nada. Cerrarás la puerta del despacho, te quitarás el abrigo, después los guantes, la bufanda, te sentarás, mirarás por la ventana, abrirás la bandeja de tu correo electrónico, harás un par de llamadas, encargarás la comida, se hará de noche. Te irás a casa. Allí no habrá nadie, claro, solo te esperará la cena. Ordenarás los papeles y te dijirirás a tu cuarto.

Pero el pasillo, en el pasillo... No puedes evitar mirar las estanterías. Tan llenas y tan vacías. Libros... ¿qué fue de ti?

¿Y quién te mandó recordar? A aquél jovel charlatán, emprendedor, con ganas de saber, de conocer, de comprender, de viajar, de explorar, de vivir, de amar, de sentir. Al chaval que entró en la facultad comiéndose el mundo, envalentonado, orgulloso... y tremendamente digno. A aquél que se pateó el mundo de arriba a abajo, soñando con cambiar una de cada dos cosas que veía. A quien se acurrucaba entre tomos y publicaciones, y decidió darle la espalda a eso para tener más, mucho más, para ser... ¿feliz?


Dime, ¿de verdad te merece la pena vivir así?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué tienes contra los notarios?
Siempre nos quedarán los Mojinos...

Vimes dijo...

¿Quién eres, Anónimo?

Oh, mierda, de nuevo estoy cometiendo la paradoja de preguntarle a un hombre enmascarado quién es. ¿A primer vista un humilde veterano de vodevil?

Un saludo^^

Anónimo dijo...

Mi ídolo musical se cansó de vivir así y dejo de currar, hoy en día actúa todos los meses en la sala Galileo Galilei, es cantautor, llena la sala cuando actúa y se le conoce también como uno de los mayores bibliófilos de la península. Krahe, Javier Krahe escuchadlo si lo encontráis por ahí.

Anónimo dijo...

Vaya Shaynne, un blog donde poder leer más textos tuyos... Ya está en mis favoritos =)

Haber si saco algo de tiempo y me leo también los de Vimes.

Respecto al texto, me da miedo hacerme mayor y convertirme en "eso", dejar de pensar en como cambiar el mundo y tener una aburrida rutina... Porqué la verdad, no conozco personalmente a nadie que se haya salvado de ese futuro tan negro.

Saludos

Vidadebohemia dijo...

Yo sí conozco^^
Estabas medio desaparecido, Hayter, me alegro de leerte por aquí.